La Habana, 5 oct (AIN) Para la hija del copiloto del
DC 8 de Cubana de Aviación hecho explotar en pleno
vuelo, 34 años es demasiado tiempo aguardando por un
juicio honesto contra los autores intelectuales de
aquel horrendo sabotaje.
En declaraciones que hoy publica Juventud Rebelde
Bajo el título, Los asesinos andan sueltos, la
doctora Haymel Espinosa alude a las declaraciones
del terrorista salvadoreño Francisco Chávez Abarca,
las cuales bastarían para encausar inmediatamente a
los culpables, en este caso Luís Posada Carriles y
Orlando Bosch.
Pueden decirme hoy mismo que Posada Carriles murió,
que mi dolor no cambiará, afirma categóricamente; se
trata de que lo juzguen como lo que es: un asesino
camuflado en muchísimos nombres, un reclutador de
desalmados que cobran dos mil dólares por cada bomba
que estalle bajo su mandato, denuncia.
Al evocar aquel día que recuerda la historia como el
crimen de Barbados, la especialista en Ortopedia del
Hospital Militar Carlos J. Finlay, que contaba
entonces con 10 años de edad, prefiere que su madre,
Eudelia Gómez González, no esté presente durante la
entrevista, ya que hablar del suceso aún provoca
mucho llanto en su progenitora.
La herida no ha cerrado para ella ni para nadie en
la familia, afirma adolorida por aquel salvajismo
que la dejó huérfana a tan temprana edad.
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