miércoles, 7 de abril de 2010

Sin Ruidos

Con solo muy contadas excepciones, entre las que de manera bien definida aparece Cuba, en casi todo el planeta, los políticos ganan su "campaña electoral con la televisión."

Eso afirma Frei Betto, dueño de un comportamiento moral a prueba de fuego y destacado intelectual, periodista y teólogo brasileño –no por gusto, de hecho y palabra, amigo y defensor de Cuba, su Revolución y su sistema político-, para quien además, "es dramático constatar que (con la publicidad como soporte) se cambia la ética por la estética. No importa si el candidato es un malandrín, corrupto o incompetente. Una buena imagen habla más que mil palabras."

Para ello, llegado el momento de las elecciones, los partidos políticos contratan equipos a los cuales se les encarga construir, en algunos casos, y en otros, limpiar, la imagen de sus candidatos. Y casi siempre el andamiaje publicitario está dirigido por un especialista "que no pertenece al partido, ni simpatiza con el partido, ni vota por el partido." Pero, en cambio, está avalado por su fama de competente.

A fin de que se tenga una idea, pongo un ejemplo: durante la más reciente carrera hacia la presidencia de los Estados Unidos, la edición digital de Globovisión, bajo el título de Precandidatos presidenciales en EEUU ya compiten por recaudar fondos, publicó un cable de la agencia noticiosa AFP, donde, entre muchas otras verdades, reconocía:

El repentino aumento de aspirantes a las elecciones presidenciales de 2008 en Estados Unidos ha abierto una frenética batalla por la obtención de donativos para sus campañas electorales.

Según estiman varios responsables electorales, cualquier candidato presidencial que se precie y quiera ser tomado en serio deberá haber recaudado unos 100 millones de dólares a finales de 2007.

Según Toner, el coste de la campaña electoral podría rondar los mil millones de dólares en 2008, a pesar de varios intentos infructuosos por contener el gasto excesivo.

La recaudación de fondos financieros parece haber sido más determinante que nunca, al condicionar decisiones de campaña.

Y resulta tan irracional gastar tanto dinero en propaganda como en guerras, cuando el mundo se debate entre la vida y la muerte.

Estoy convencido que, dada la inusual objetividad –de AFP (tan apabullante que no puede ser disimulada)-, se hace innecesario cualquier comentario.

En EEUU pasa como en la inmensa mayoría de las naciones. Cuando se precisa del voto ciudadano, irrumpe la propaganda y la gente, sus barrios y ciudades, se ahoga, en medio de tantas y tantas gigantescas fotografías, "con rostros sonrientes, de miradas vacías y falsas promesas" (recuerden a Obama), pero nada de una aproximación a quiénes son, lo que con más o menos exactitud, pudiera saberse con mostrar lo que han sido.

Esas son las elecciones que nos proponen como modelo. Las del mundo capitalista, donde lo que pudieran tener de democráticas, perece aplastado por la influencia definitoria de los billetes. El patrón, que nos ofrecen, es en el que la gente ni siquiera sabe ni llega saber por qué alguien se convirtió en candidato. El dinero compra la propaganda y esta manipula; de no poder, desacredita.

Sin embargo, esos comicios se caracterizan por el abstencionismo y dan presidentes y parlamentarios escogidos por la minoría de quienes se aventuran a acudir a las urnas, ya de por sí una minoría.

Según consta, Obama recaudó decenas de millones de dólares con la utilización de las posibilidades que le ofrecía Internet. De hecho, resultó el más exitoso de los candidatos en la búsqueda de fondos financieros y ello, finalmente, tuvo su reflejo en las urnas. No hay que olvidar que la Cocacola no se compra más porque sea mejor refresco sino porque es el de mayores anuncios.

La propaganda excesiva adormece los sentidos, emborracha, anula la capacidad de discernimiento y termina por arrancar a la fuerza lo que no puede ser conquistado con argumentos. Aun cuando el electorado, cansado de que se le reduzca la selección a simpatías y empatías promovidas desde las vallas y que después del voto todo resulte una mentira, a veces les devuelve un bumerang.

El sistema Político en Cuba y también sus elecciones se diferencian en mucho de estas que nos quieren imponer; también en el aspecto abordado en estas líneas. Basta darse una vuelta por barrios y ciudades de nuestra ínsula por estos días. Nada de ruidos ni algarazas. Como única propaganda, una pequeña síntesis biografíca y también una foto pequeña de cada candidato. ¡Y punto! Lo esencial es de dominio público entre sus vecinos que los propusieron. Sin presiones ni influencias de ningún partido. Ni siquiera entre sus militantes. Lo único que cuenta en estos casos son méritos y capacidad.
Comentario de Elías Argudín.

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